"Somos el singular plural en singular. Somos el individual grupo que representa a los siempre jóvenes viejos de la juventud, juventud inquieta, joven inquietud. Somos tan "de prosa" como el poeta y tan "de verso" como el crítico. Somos tan humoristas que te emocionamos, y tan románticos que te echarás a reír. Somos tan indefinibles, que el simple acto de definirnos sería en sí una paradoja."

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sábado, 17 de marzo de 2012

MORIR SOLO

Era una tarde tediosa de estío. La caliza calaba y el asfalto asfaltaba, y el mundo seguía girando burlón mientras yo me aislaba en el sofá de mi casa, inmerso en una siesta salvaje. Una de esas que te revientan. De esas que cuando contra todo pronóstico, alcanzan el despertar, te descolocan (en el espacio y tiempo), y te colocan (como una droga), a partes iguales.

El caso es que de un modo u otro, a ese molesto despertar “siestil” llegué, y en las costas de “EmpanadaVilla” arribé. ¿Nunca os ha pasado que os despertáis de la siesta pensando que son las once de la mañana, y en realidad son las ocho de la tarde? Pues eso.                                            

Y, para remediar aquel malestar exacerbado, me enfundé unos pantalones (no sin antes equivocarme de pernera. Dos veces) y salí a la calle a curarme la caraja, con un poco de paseo y oxígeno fresco. Aquello me mejoró bastante, inspirar y espirar el aire de la ciudad, que si bien está viciado, no lo está más que la atmósfera de mi salón un día de siesta.

Sin embargo, cierta sensación empezó a tornarme el ánimo, pues a medida que me despejaba, me iba dando cuenta (y ahora sí llegamos al meollo de la cuestión) de que algo raro estaba pasando. Algo abrupto, anodino, distinto y, por qué no decirlo, macabro, impregnaba aquellas calles, y me inquietaba profundamente. “¿Qué me cago en Dios pasa aquí?” pensé.
Pronto, aquel silencio, aquella quietud insoldable, y aquella planta rodadora, me dieron la respuesta que buscaba: ninguna otra persona se había cruzado conmigo desde que salí de mi portal. Las calles estaban vacías, así como las avenidas y los bulevares; no había tráfico. No había policía, ni bomberos, ni ambulancias; no había tiendas abiertas. La quietud me envolvía y el silencio me ataba. Yo estaba solo.
Empecé a sudar, porque me di cuenta de que estaba encerrado en la pesadilla de cientos de miles de personas, en un cliché de relato de terror. No quería creerlo, de modo que eché a correr, quién sabe en qué dirección, corrí y corrí, sin control, en busca de algún atisbo de vida humana, alguna pista o indicio. Pero no había nada.

Al rato, la adrenalina de mi cuerpo se acabó, y las piernas me fallaron. Caí de rodillas, jadeando y desesperado. Ideas terribles inundaron mi mente, y sí, sé lo que estáis pensando, casi entre risas: (con voz de estúpido) “¡vaya oportunidad! Yo, si estuviera solo en el mundo, aprovecharía para hacer todas las cosas que siempre he deseado hacer y nunca he podido porque están prohibidas”. 
Pero amigos míos, cuando te ves en la situación, la perspectiva es otra. Si tu compañero del colegio se tiraba por el tobogán, tú te tirabas, y si tu vecino se compra un coche, tú te compras uno mejor. Así pues ¿Qué vas a hacer si todos desaparecen? 

Me di cuenta de que el ser humano era un animal terriblemente social. Que no podría seguir adelante. No podría vivir sin el cariño de una familia, sin el amor de una novia o las alegrías de unos amigos. Ni siquiera podría vivir sin el odio de unos pocos enemigos. "Todo ha acabado". Yo era el último vivo sobre la faz de la Tierra, y desde luego, no podía devolver la vida a todos los muertos, así que me quedaba una única salida fatal: darme a mí la muerte.
Pensé en como hacerlo: ¿Colgarme de un árbol? ¿Sobredosis de analgésicos? ¿Disparo en la sien quizás?                                                                                                                                                                  La respuesta era otra: recordé que una vez había escuchado en un documental titulado “Relatos de Prisión”, que la muerte por desangramiento era la más placentera de todas. Que se te iba la cabeza, y sólo tenías que dejarte hacer.

Saqué pues una navaja del bolsillo (la cual no recuerdo por qué guardaba allí), y, asiéndola con firmeza, eché un último vistazo al horizonte, recordando quien he sido yo: mi nombre, mi cara, mis gestos; mis cosas, mi casa y mi gente; ¿Me arrepentía de algo? No lo sé. Pero sé que estaba orgulloso de muchas cosas: He sido un hombre generoso, diferente en muchos aspectos. Me he interesado por la lectura, la cocina y el teatro, y nunca he sentido más que indiferencia por el cine, la fiesta, la música o el fútbol. Y, después de todo, dejaría huella, porque pasaría a la historia por ser el último hombre de la Tierra (al menos, así sería si quedara alguien para escribirla) (de todas formas, si alguien quedara para escribir que yo fui el último hombre de la Tierra, yo ya no sería el último hombre de la Tierra) (esto ha sido una reflexión sobre la marcha que nos nos compete).

Y sin pensarlo mucho más, y con lágrimas en los ojos, actué. Zas. Un tajo limpio. Y la vida se me salía por las venas.
Noté la paz, el abrazo de Morfeo. La verdad, una sensación no muy diferente a la siesta que hacía hora y media me había echado.




Con embargo, burlón es el destino a veces. Instantes antes de mi expiración, oí un ruido tremendo, ensordecedor, como mil gargantas feroces desgarrándose al unísono. ¿Eran las trompetas del infierno? Alcé la vista aún más, y a pocos pasos de mí, en la acera de enfrente, vi lo que horas antes debía haber sido un bar. ¿Era gente lo de su interior? ¿Personas vivas como yo? ¿Era aquello una muchedumbre saltando y bailando? No lo sé. Estaba aturdido (recordad que me estaba desangrando). Recuerdo una tele en la pared, y mucho caos. Las imágenes me vienen borrosas, repentinas. Camisetas azules, camisetas naranjas…
Me moría. Me moría sin entender lo que pasaba. Aquella tarde de tedioso estío, sobre caliza calada y asfalto asfaltado, perdía yo la viva para siempre. Y recuerdo, que en el último instante, antes de la luz y antes del túnel, antes de cerrar los ojos y exhalar mi último aliento, escuché nítidamente aquella voz profunda, gravada por siempre a fuego en mi memoria, que con el grito en el cielo y el corazón en un puño exclamaba:
"¡¡¡IIINIEESSSSTAAAA DE MI VIIIIDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!"

viernes, 6 de enero de 2012

La Chispa que Alivia

Lo último que recuerdo de la visita de Óscar a mi casa, Señoría, es la silueta borrosa de la llama de un mechero que enarbolaba a unos palmos de mi cara. Eso y la frase ya citada, que se quedará en mi memoria para siempre:
-Sólo ha sido un aviso. Si te vuelves a cruzar en mi camino alguna vez en tu miserable vida, te mataré. Y ahora, -dijo como ido, sin dejar de mirar al mechero- voy a hacer lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor. -Antes de irse, me asestó un último puñetazo, que acabó por dejarme inconsciente.
 Desperté al cabo de un rato, sin saber cuanto tiempo había pasado; parecían meses. La boca me sabía a sangre, y me dolía todo el cuerpo a causa de los golpes recibidos. Un par de costillas rotas y un pómulo fracturado, Señoría, avalan esto que digo.
 Tardé unos instantes en enderezarme y recordar lo que había pasado. Estaba muerto de miedo, pero no me quitaba de la cabeza aquella última frase: <<… lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor>>. Hizo su aparición un nudo en mi estómago que poco o nada tenían que ver con la brutal paliza que acababa de recibir: me di cuenta de que iría a por ella.
 (…)
 

    Clara siempre me había hablado de Óscar (aunque en el barrio todos le conocíamos), como un hombre rudo y terco; y eso sólo al principio de su relación, ya que con el transcurso de los últimos años, había evolucionado a conflictivo y violento. En una palabra, peligroso.
 No atendía a razones, no tenía rutina ni trabajo; antes de sus primeros golpes, ya era un delincuente potencial. Un delincuente para el que Clara era lo único que perder.
  Además, bebía constantemente, y tonteaba con ciertas drogas duras; algunos creen que por ellas atracó aquel comercio a punta de pistola, hace ya dos años. El desenlace es bien sabido por todos los que estamos en esta sala: la policía es más rápida que él, y es detenido antes de poder siquiera darse cuenta de lo grave del asunto: juicio rápido y 18 meses en prisión.

  Y, pese a todo, lo peor no era para Óscar: Clara se quedó sola, hundida y en peligro, a merced de los muchos enemigos que el matón de su novio se había granjeado en los últimos tiempos.
  Así pues, no entraré en detalles de mi relación con Clara. Sólo diré que comenzó tan absurda y fugazmente como terminó. Yo la conocía desde pequeña, habíamos ido juntos a clase. Me la encontré una noche que volvía a casa, sola, llorando en un banco, después de tantos años sin verla. Traté de consolarla, de mentirle diciendo que fuera lo que fuera aquello que la atormentase tendría solución. Sólo quería un gesto, o quizás una leve sonrisa. Y antes de comprobar que lo lograba, caí en la cuenta de que estaba perdidamente enamorado de ella.
 Pasamos dos años juntos. 730 días de reflexión, de asimilación y de despertar. 730 días como un sueño fugaz, persiguiendo la felicidad y el olvido, hasta estar tan cerca de la meta que casi podíamos estirar los dedos y tocarla. Sin embargo, el temor al futuro era fuerte, y la incertidumbre hacía mella en nosotros. Ella decidió que debíamos asumir los hechos, y con esta idea envió una carta a la prisión, en la que lo explicaba todo. Sin grandes metáforas, ni palabras vacías, simplemente dos conceptos: “Tú te has ido” “El amor ha vuelto”.

No hubo respuesta. Siguieron pasando los meses, reparadores y absurdos como el tiempo mismo, y mi organismo empezó a depurar el miedo que sentía, o al menos, a esconderlo debajo de la alfombra. Pero la alfombra voló el día que él salió de la cárcel.
 Estuve desde que amaneció en alerta permanente, como si el cielo se me fuera a caer encima o el suelo se pudiera derrumbar bajo mis pasos. Y, al llegar a casa, me quité la chaqueta, entré en mi habitación, y la luz se encendió sin necesidad de que yo me acercara al interruptor. Casi se me para el corazón; ya que en efecto señoría, ahí estaba él. Con los ojos llorosos, y sed de venganza en la mirada. No me dio tiempo a reaccionar. El primer golpe fue en el estómago. No me defendí. Dejé que me golpeara durante largos minutos.

“… lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor”, dijo mostrando aquel mechero…

(…)

Bien, el caso, es que me desperté. Y cuando me recompuse, me di cuenta de que iba a por Clara. No sabía qué quería hacerle, pero con un tipo así no había lugar a reflexiones. Cogí el móvil y la llamé: Apagado. Miré aterrado el reloj, y comprobé que apenas había estado un cuarto de hora inconsciente. Respiré aliviado. Aún había tiempo.
Me arrastré  por la casa hasta llegar al coche. Me dolía todo el cuerpo, y casi no podía ni pensar. Todo daba igual, tenía que llegar a casa de Clara antes que él. Arranqué y me puse en marcha, inconsciente del trayecto, absorbido por el temor y la incertidumbre.
 En la penúltima desviación, vi la silueta de Óscar a lo lejos. Sin embargo, no giraba hacia el domicilio de Clara; sino que siguió caminando recto, como un borracho que quiere parecer sobrio, hasta el final de la calle. Entonces me di cuenta: LA GASOLINERA.
Por eso miraba el mechero. ¿Para qué sino un ex-convicto violento y posesivo iba a ir a una gasolinera un jueves por la noche, sin vehículo alguno, y con sed de venganza?
 A mí me había dado un aviso con aquella paliza, pero su verdadera vendetta era con Clara. “Voy a hacer lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor”, había dicho, con la mirada vacía, perdida en aquel mechero. Perturbado hijo de puta.
Y yo podría impedirlo. Sin vacilar, aquella misma noche. Acabaría con el tormento de Clara y el mío propio. No había otra opción. Nos perseguiría allá a donde fuéramos. Tenía que pararle los pies. Aparqué a una distancia prudencial, y tomé el revólver. Recorrí el espacio que nos separaba a pie. Había olvidado mi dolor. Cuando le di alcance, enarbolé la pistola:
-¡Óscar!-le grité.
Él se dio la vuelta. La luz de la gasolinera y de un club nocturno que había a la derecha le iluminaban el rostro. En seguida comprendió lo que quería hacer. La ausencia de miedo en su rostro hizo que creciera exponencialmente en el mío. Comenzó a avanzar hacia mí.
-¡No te acerques!- grité. La voz me temblaba.
-Te dije que no quería volver a verte. No sólo te basta joderme la vida, sino que ahora quieres acabar con ella. -Seguía acercándose.
-¡No des ni un paso más!
-Mírate, estás hecho un Cristo. Yo ya había acabado contigo. No quería saber más. No me hagas hacerte más daño. Baja el arma.
Le aguanté la mirada. Todo sucedió demasiado rápido. Se abalanzó sobre mí, quién sabe con qué intenciones, y yo, no pude hacer otra cosa que apretar el gatillo con todas mis fuerzas. Todavía tengo grabado el sonido exacto de aquel certero disparo, que le atravesó el ventrículo izquierdo, consiguiendo que se desangrara a unos centímetros de mí. Tardó unos segundos en ceder a la muerte. Y finalmente calló.
 Observé su cadáver, aún caliente, y el cráter de su pecho, aún humeante; yo estaba inquieto, pero tranquilo. Sabía que había hecho lo correcto. Sin embargo, es curioso cómo la vida te la juega a veces.
 Me agaché, y arranqué de su mano el encendedor de plástico barato, que aún sostenía.
Estuve a punto de arrojarlo a la alcantarilla, cuando algo inscrito en su dorso me llamó la atención. Lo examiné con detenimiento, y alcé la mirada, hacia la derecha. Se me heló la sangre, y el corazón se me paró. No. No podía ser. No era posible.
 Entonces, recordé la escena que se había producido en mi casa, minutos antes. Óscar, mirando reflexivamente su mechero, y la frase: “voy a hacer lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor”.
 Y de repente, era yo el que no podía levantar la mirada de la inscripción de aquel mechero publicitario, que rezaba:
¡¡¡VEN A HOTESS’ CLUB!!! La chicas más ardientes al mejor precio!”





jueves, 22 de diciembre de 2011

LA CIUDAD

*
  Ramón González Herrera era un chico alto, apuesto, testarudo y sencillo. Su padre, también Ramón de nombre, que trabajaba en una gasolinera, creía que en ese momento su hijo estaba entrenando con el equipo del barrio, en el que jugaba de portero. Era el mejor de cuantos por el equipo habían pasado y su padre soñaba con que llegara a ser futbolista. Por eso el joven Ramón no podía decirle que había dejado el equipo para empezar a trabajar en una cafetería, y así poder ayudarle con las facturas. Su padre, orgulloso como era, no lo permitiría. En todo esto iba pensando Ramón González Herrera cuando un KIA Cerato rojo le arrolló en plena calle, para después darse a la fuga. Mientras perdía la vida sobre la calzada, Ramón vio como el balón que llevaba bajo el brazo se escapaba rodando calle abajo.
  *
   Segundos después, y con un corro de gente ya empezando a formarse alrededor del muerto, Jose Emeterio, de 4 años, veía por primera vez un cadáver; se quedó con los ojos clavados en él unos segundos, hasta que Leticia, su hermana mayor, le pegó un fuerte tirón para que siguieran su camino hacia la escuela. Jose, de naturaleza parlanchina, no volvió a abrir la boca en todo el trayecto.
  *
  En cuanto Leticia, de 15 años, hubo dejado a su hermano Jose en la escuela, se encaminó hacia una calle céntrica, con el propósito de hacerse un piercing en la lengua, como su ex-amiga Vanesa, a quien no hablaba desde que se lió con su tercer novio Noel. En esto iba Leticia Emeterio pensando cuando llego a la tienda.
*
   Un tatuador melenudo y desgarbado, de unos veinti-pico años, salió a recibirla. Las paredes estaban decoradas con los mejores trabajos de nuestro melenudo amigo, y en zona centrada, se exhibía orgulloso su mejor trabajo: un águila de alas abiertas y cara asesina que abarcaba una espalda de varón desnuda. Después de que la chica le explicara lo que quería, “Melenudo” le contaba que no podría hacerlo sin la firma de un tutor legal. De estas y otras cosas hablaban cuando entró por la puerta, muy acelerado, un joven delgado y sudoroso, con la cabeza afeitada…
  *
   Su nombre era Guillermo de Pedro; era el mejor amigo desde la infancia del melenudo tatuador, y por destacar algo de él, diremos que tenía un problema con las drogas. Concretamente, él era de los que “nievan” el tabique. Y como ya se sabe, para comprar hay que tener, y para tener hay que vender. De ahí su fatiga, pues venía escapando de unos “gangsters” de barrio a los que le  les había “pifiado una entrega”. Cinco manzanas había corrido, con matones a los talones, derribando a 14 personas, chocando con otras 4 y tirando el cuidado escaparate en exposición de una floristería, lleno de coronas hechas con rosas, claveles, orquídeas…
  *
   Y sin que nadie se diera cuenta, toda esta persecución había sido seguida por la atenta mirada de Luisa Bouvier, una anciana francesa medio loca, que da de comer a las palomas en el parque. Sin duda, Luisa tiene una de las historias más intensas e interesantes que puede albergar una ciudad: una historia de lujos pasados, de maridos que abandonan, de decadencia, y de prostitución obligada, hasta que las canas vistieron sus sienes. Paradójicamente, es de las pocas historias por las que nadie en la ciudad preguntará.
Luisa, con todo el tiempo libre de una anciana en paro, disfruta sentándose en su banco favorito y observando todas las expresiones de toda la gente de la ciudad, como un rico tapiz de sentimientos. Como una pantalla de plasma en la que cada píxel no sabe de la existencia de los otros, ni por supuesto, la imagen que forman entre ellos. Luisa ve ahora pasar a un chico joven, de pelo castaño, y con ojos de haber llorado…
*
 En efecto, Alex Gutiérrez lleva un mes desconsolado: no duerme, apenas come, y llora diariamente. No quiere decirle a nadie lo que siente; ni su familia ni sus amigos saben que está así. Hace un mes que Alex no es feliz. No sabe cuanto tiempo faltará para que vuelva a serlo. La razón como la de tantas otras historias: una mujer. Su novia, su amor de juventud, le había dejado. Para ella fue más fácil. Para él es insoportable…
*
  Pero es que Lucía Vázquez no podía quedarse estancada en esa relación. Ahora era más sofisticada, más popular, y necesitaba cotas más altas. Esperaba no tener que arrepentirse nunca de haber dejado a Alex, pero ahora era feliz. Se veía con un chico mayor. Un tatuador talentoso, de larga melena y rollo neo-indie surferillo. Un bombón.
En esto iba pensando Lucía, cuando se dio cuenta de que Marco, su mejor amigo, llegaba tarde (como siempre). La iba a acompañar de compras. “¿Dónde estará este chico?”
*
  Marco Espronceda está ayudando a su padre en la floristería familiar a recolocar el esmerado escaparate en exhibición que al parecer, un yonki acelerado había derribado sin remordimiento alguno.
En esto están padre e hijo cuando llega Marina, la hermana pequeña de Marco, tras sus clases de viola. Llega muy exaltada, relatando a todos con voz en grito que Jose, un niño tonto de su clase que siempre muerde, había visto un “caváder” (en palabras de la niña). Llevaba toda la tarde contándolo sin parar, a sus amigas, a las madres de parque, a su profesor de viola…
*
 Enrique De Pedro, de cincuentaypocos años, era un reputado violista con experiencia en numerosas Orquestas Sinfónicas nacionales e internacionales. Sin embargo, desde un accidente doméstico, hará ya 10 años, su muñeca derecha no había vuelto a responder como antes. Ahora imparte clases de viola en una Escuela de Música local.
  Hacía días que Enrique estaba preocupado por su hijo, pues empezaba a sospechar que estaba metido en algún tipo de asunto ilegal, tal vez tráfico de cocaína… y además, no hacía más que desaparecer material docente de la Escuela. Sin duda, atrás había quedado la elegante vida de violista sinfónico…
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 Jennifer Ramírez era la adorable secretaria de la Escuela de Música.
O eso creían todos, ya que Jennifer robaba material docente cuando nadie miraba, (quién sabe si para romper con la monotonía de su vida). Entre otras aficiones, destaca también el reciente descubrimiento de su fanatismo por el sadomasoquismo, que practicaba diariamente con su novio, un punky mayor que ella que iba a pasar a buscarla por la Escuela hacía ya tres cuartos de hora…
*
 Adolfo Ferrán “el machi” se llamaba el novio punky: lucía un enorme tatuaje de un águila de alas abiertas y mirada asesina en la espalda, y conducía un KIA cerato rojo. Nunca volvería a ver a su novia, pues ahora se daba a la fuga, tras atropellar a un chaval en plena calle. Ya había estado en el “trullo”, y no pensaba repetir. En su escapada, sólo paró una vez, para llenar el depósito en una gasolinera de barrio. Alcanzó a leer, no sin cierta indiferencia, el nombre del gasolinero que le atendía, en una placa metálica que llevaba al pecho: “Ramón González”

*
Mientras tanto, en un parque a unos kilómetros de allí, el corazón de una anciana pobre que alimentaba a las palomas se paraba. Pudo ver como varias ambulancias iban calle abajo, y por un momento pensó que venían a atenderla a ella. No hubo suerte. Lucía Bouvier, yacía ahora muerta sobre un  banco, rodeada de palomas. Lo último que vio, fue un balón rodar descontrolado por la acera de enfrente…
*
Balón que pararía Alex Gutiérrez, que con unos amigos, echaba un rondo en una plazoleta, fingiendo su propia alegría. El que ahora controlaba el balón, era Manuel Cernuda, hijo de Zacarías, doctor y jefe de traumatología del Hospital Central de la ciudad.
*
 Después de respirar hondo varias veces, Zacarías Cernuda, hombre serio y respetuoso, marcaba un número de teléfono, esperando tal vez que no le cogieran.
*
Pero en efecto, en la otra esquina de la ciudad y tras un exhaustivo día de trabajo en la gasolinera, Ramón González descolgaba el teléfono de su casa, y recibía la noticia de que había sido atropellado su hijo Ramón, el que iba para futbolista.





Archibald McAllister Jr.

martes, 15 de noviembre de 2011

Malfarios del Contramaestre Gibbs

Esto es un breve fragmento de las memorias de un viejo lobo de mar, el contramaestre Joshame Gibbs. Lo encontramos entre otros escritos, pedimos que se respete su voluntad. Léase lo que viene a continuación acompañado de la música adjunta y cómo no, como si las palabras salieran de la boca del señor Gibbs, a poder ser, gracias.



Cuentan por las tabernas que no se moja. Que Neptuno retira las aguas cuando el ébano del mascarón de proa galopa arrogante sobre ellas. Que las tormentas amainan y los vientos lo impulsan como esclavos temerosos del látigo. Porque, en efecto, le temen.
Vuela sobre la línea del horizonte. 

 Dicen en Tortuga los más fieros marinos, que las almas de los que han pasado por la espada impía de su capitán empujan la nave por popa, como un séquito invisible de condenados que la noche de su muerte hubiesen preferido toparse con el mismísimo Satanás.

Sus velas rojas como centellas del abismo son testimonio del más oscuro de los pasados, pues los corazones caídos las cosieron, y la sangre inocente las tiñe. La leyenda cuenta que siendo sólo un niño, el misterioso capitán vio morir a su madre a manos de unos piratas. Su corazón, que se había parado por el frío abrazo de la angustia y la desesperanza, retomó su latido poseído por el diablo, y desde aquel entonces vaga sin rumbo por el océano devorando almas, alimentando su odio, pagando gota a gota su deuda.

Las sombrías noches de luna nueva son su fiel heraldo. Augurio de su funesto paso por algún puerto sin nombre, testigo de la expiación de todos los infelices que osan cruzarse en su camino. Las mareas se detienen a su llegada, el calor abandona tu cuerpo a la vez que la misma muerte baja de cubierta y posa sus siniestras alas en el muelle, acompasando su paso al incesante repiqueteo de los pies de su dueño. Se pasea sereno, a un ritmo impasible. Las madres cierran las ventanas de sus casas, esconden a sus hijos, los borrachos se serenan y los taberneros beben; todo el pueblo enmudece pero nadie puede escapar de su hálito gélido.

Dicen que disfruta reviviendo sus recuerdos en las almas de sus víctimas, y que éstas, enloquecidas por la desgarradora crudeza de sus vacíos ojos, con gusto se hunden de vuelta al abismo.

¿Su nombre? Nadie lo sabe. Los vivos lo olvidaron hace tiempo y los muertos temen siquiera evocarlo. Lo que puedo asegurarte es que si alguna vez atisbas su estela roja y la mirada de su capitán en el horizonte, no has sino regocijarte, pues ya no habrá lugar para la fortuna: estarás observando las mismas puertas del Infierno.


Archibald McAllister & Archibald Haddock

domingo, 23 de octubre de 2011

RELATOS PARA DORMIR A UN NIÑO DEL SIGLO XXI

 CAPÍTULO 1: La Redención Asistida


 “A menudo las personas de bien, querido, ven entorpecer su recta senda por la rabia e impotencia que sienten al nada poder hacer contra los de la cara menos cara de la moneda, entiéndase, las personas de mal.

    A menudo, y remarco que no siempre, la gente buena se siente menos buena al desear cosas no tan buenas a la gente nada buena, es decir, que puede que no sea justo que alguien justo sea el encargado de darle a los injustos su justo merecido.
 Tal vez no hoy, ni mañana, pero sé que más pronto que tarde, encontrarás en mis gastadas palabras la coherencia que esta marchita anciana desea con todo el cariño transmitirte.
 El caso, cielo, es que Dios, único y verdadero como es, en su infinita sabiduría no podría dejar que esta mala hierba brotase entre su verde pradera, armónico remanso de su rebaño. No señor. Si en este frenético siglo XXI la falta de fe de la gente les ha llevado a no temer el purgatorio, ni buscar la redención postrera, entonces alguien tiene que acudir al mundo terrenal a impartir lo que los siervos del señor no podemos: JUSTICIA.

  Alguien debe sanar los pecados modernos que se expanden como la pólvora. La lujuria, la hipocresía, la mentira, la barbarie, la violencia, la depravación, la desidia o la indiferencia, no pasarán impunes ante los ojos del Altísimo.

    Este es, en esencia, el origen de “Alguien”:
Alguien no es tangible, Alguien no es descriptible; Alguien es en sí una paradoja.
Alguien tiene el corazón puro, incorruptible. Por eso se viste de negro cada noche. Alguien conduce un “viejo” Rolls Royce muy nuevo, también de color negro, como su ropa, como la antítesis de su alma. Alguien aparcará siempre a cien metros de tu casa, y abrirá el maletero.
  Como ya te habrás imaginado, Alguien es algo metafórico, pero dentro de la metáfora, Alguien sacará del metafórico maletero unos metafóricos guantes de cuero, y, cuando en una hipotética simbiosis perfecta sus dedos encuentren el espacio que les corresponde dentro de los metafóricos guantes, será entonces y sólo entonces cuando Alguien esboce su macabra media sonrisa. Será fugaz, como el tiempo mismo, casi imperceptible. Sería imperceptible, de hecho, si no fuera por el estremecedor escalofrío que te recorre la espalda cuando lo sientes sonreír. Cuando la muerte de un pecador impregna el aire, y el olor a redención forzada se aferra a tus alvéolos marcándolos a fuego; porque Alguien, quiere que nunca olvides lo que te puede pasar.
  No debes temer a Alguien, pero tampoco debes confiar en él. Porque Alguien no es un amigo, es tan sólo el enemigo de tus enemigos. Alguien no hace cosas bonitas, sólo cosas feas a los que hacen cosas aún más feas. Alguien siempre gana. Y con Alguien no se puede empatar.
  Dicen que antes de que te dé su toque de gracia, Alguien te obliga a mirarle a los ojos, y en sus ojos vacíos y secos, verás el reflejo de tu mismo miedo. En ese momento, en la eterna décima de segundo que precede al paso por la guadaña igualadora de la muerte, todo es dolor, y todo es arrepentimiento. Es lo que se llama “redención asistida”.
 En definitiva, pequeño, no temas nunca a los ignorantes, no odies nunca a los injustos. Sólo sonríe. Sonríe y asiente, y piensa, que puede que esa misma noche, un Rolls Royce negro aparque a cien metro de su puerta. Y entonces, Alguien le dará al pecador lo que todos queremos pero ninguno debemos: JUSTICIA.

Duerme bien, cariño.”

                                                                 Tu Abuela.




Archibald McAllister

martes, 30 de agosto de 2011

Noticiario diario: "La Buena España"


LOS OJEADORES DEL REAL OVIEDO CENTRAN SU ATENCIÓN EN LA CANTERA DEL “CAMPILLÍN” 

 Tras las recientes incorporaciones de el Cebolla”, y Débora Rabanillo (en efecto, las pruebas del reconocimiento médico han confirmado que se trata de un hombre), los expertos del Requexón se fijan ahora en Paquillo pierna de alambre”, que, según fuentes cercanas al jugador: “tiene un gran chut

  El máximo accionista de la entidad, Alberto González, que amablemente nos acogió en su mansión flotante, se mostraba esta mañana muy satisfecho con el nuevo plan deportivo “creo que estos nuevos fichajes van aportar una bocanada de aire fresco al equipo. Sí, ya sé que es el vigésimo quinto año que estoy al mando y que las cosas se han puesto un poco tensas, pero esta temporada subimos de verdad, lo presiento.”

  En cuanto al tema de la deuda que el Oviedo S.A.D. lleva arrastrando desde hace 30 años, el presi ha comentado “¡qué millones ni qué millones!”. Acto seguido, ha cerrado la puerta y ha soltado a los perros.





UN HOMBRE MUERE ASFIXIADO TRAS 35 HORAS ATRAPADO EN SU CÁMARA REFLEX


Cuando su compañera sentimental, W. Ñ. Q., fue a darle su típica “riña de los jueves”, lo encontró muerto y atrapado.
 Al parecer, la víctima, dos días antes se había hecho con la cámara Canon Reflex más grande y potente del mercado.
 Tal era su definición, que cuando se puso a hacerse a sí mismo una foto en el espejo, la cámara lo absorbió para siempre.
 “Es una pena” explicaba la chica, aparentemente muy afectada. “Pero eso sí, la foto ha quedado de vicio”. “Es casi más real que el auténtico”.
  Su madre, X. Y. #SímbolodeBatman, comentaba, apenada:
“Quién iba a decir que su pasión sería su perdición.
Que su ventana al mundo exterior lo atraparía para siempre en su interior.
Que la cámara que tan feliz le hizo acabaría siendo su ataúd.
Que por ir de postureo  se quedaría siempre en la misma ‘postura’
Que esta paradoja acabaría siendo su parajoda… ”



DEMOSTRADO CIENTÍFICAMENTE: SER UN INDIGNADO ES PERJUDICIAL PARA TU SALUD…

… y la de los que están a tu alrededor”


  Según un reciente estudio de la Universidad De Estudios de Investigación Superior de Colloto, (la UDEISC, al lado de la fábrica de Coca-cola), ser un Indignado provoca Gonorrea, Hepatitis A B y C, Herpes, Cáncer, Mononucleosis, Malaria, Halitosis, hasta cinco tipos distintos de SIDA y un gripazo de aquí te espero.



HALLADAS 3 TONELADAS DE MARIHUANA EN EL SÓTANO DEL CASTILLO DE MOULINSART 

   
 A noche, a las 4 a.m. hora Belga, la policía paisbajista finalizaba con éxito la operación “barbas”, en los terrenos del “castillo de Moulinsart”, por la cual, se desarticulaba una magnánima red de contrabando llegándose a incautar hasta 3 toneladas de Cannabis curado y listo para vender.

  El propietario de la mansión, A.H., ex-capitán de la marina mercante, fue detenido minutos después de la redada, en los alrededores de la finca, en notable estado de embriaguez y vistiendo nada más que una gorra de barco y una hoja de parra; el hombre, muy desorientado, hizo reventar dos alcoholímetro, y no pudo pasar ninguna prueba psicomotriz o de equilibrio, a lo que alegó “no voy borracho, es que me caí en una marmita de Loch Lomond cuando era pequeño…”
Tras ello, el detenido devolvió sobre el uniforme del comisario al mando de la operación.

 La policía daba así fin a tres exhaustivos años de seguimiento, y a una sofisticada red de investigación sin precedentes:
“Le pusimos un micro al perro”.- Explicaba orgulloso el comisario mientras se limpiaba el vómito del traje.

  Además, se ha hallado en la casa un disco duro con información presumiblemente relevante, un kit de sadomasoquismo y varias pipas de fumar crack.
 El detenido, tras pasar la noche en el calabozo, será puesto esta misma tarde a disposición judicial. Se enfrentará a una pena de entre 3 y 100 años de cárcel por los cargos de contrabando y tenencia ilícita de sustancias psicotrópicas, a lo que debemos añadir oposición a la autoridad: hicieron falta 7 agentes y un perro para reducirle, y poder meterle en el coche patrulla.

   Antes de que la puerta se le cerrara en las narices, se pudo distinguir entre alaridos inconexos cómo el contrabandista se justificaba: “¡Eso no es para vender! ¡Es para consumo propio¡ ¡Es para la pipa de HADOOOOOOOOCKKK”





Archibald McAllister

sábado, 27 de agosto de 2011

Soneto de las Cinco Cajas


En algún lugar cercano a la frontera
Entra decidido un forastero
Mira en derredor, y le mira el tabernero,
Sabe que será tarde de esquelas.

Se acerca ya presto a la barra
Y pide con voz ronca un güisqui doble
Comprueba el tambor de su revólver
Inclina su sombrero, y apura la jarra

Se levantan cinco hombres por detrás
Cinco hombres que cercan la salida
Y los cinco que la mirada bajan

Esbozó media sonrisa nada más
Y dijo antes de segar las cinco vidas:
 “enterrador, serán cinco las cajas”


                                                                                     Rey Beri, Obras completas, volumen I



Archibald McAllister

sábado, 25 de junio de 2011

La humildad para los débiles


Hoy me he despertado a punta de rayo de sol matutino, y un hondo olor a café recién hecho flotaba en el aire. Abrí los ojos despacio, y me levanté de la cama con poco o nada de sueño. Después, pestañeé cinco veces, y me quedé parado mirando por la ventana, tratando de entender por qué el cielo es tan inmenso. Fueron dos minutos redondos de mirada al infinito. Hay que decir que no obtuve respuesta alguna a mi pregunta, pero al final, muy al final de aquel cielo, encontré la razón por la que no podía desdibujarme la amplia sonrisa que irremediablemente estaba adornando mi cara. Señoras y señores, hoy me he levantado con el alma empalmada. Pensaba "joder, qué bueno soy”. "joder, que inteligente soy" "hostia puta, anoche estuve graciosísimo" "dios, soy el mejor". Y sí, llamadme narcisista, pero es la mejor sensación que uno puede tener. Y es que la humildad, en los días que corren, está terriblemente sobrevalorada.

Así de golpe, puede que os acabéis de dar de bruces con una idea demasiado radical, pero pensadlo bien: es casi tan malo restarle importancia a tus méritos como exagerarlos.
La falsa modestia es un salida cuanto menos fácil, y si me apuras, cobarde. No es sólo el miedo a aceptar esa genial sensación de sentirte el mejor, sino que también es el miedo a que hablen de ti, a que te envidien. Es el miedo a que cuando dejes de ser el mejor, te restrieguen tus palabras pasadas (y no dudes que lo harán). No aceptar ser ganador, es equivalente a temer ser perdedor.
Cuando ganas a alguien en algo, seguro que no le gusta demasiado que se lo recuerdes, y si lo haces, posiblemente buscará a otro de su condición para comentar con él lo auténticamente capullo que le pareces; pero no te preocupes, date cuenta de que con esta acción, no hace más que mostrar su inferioridad, mostrar cuánto le cuesta sobreponerse a la derrota.

A nadie le gusta perder, y si tú ganas, consciente o inconscientemente, te envidiarán. Y sí, por supuesto que hablarán y hablarán pero… ¿Qué esperabas? Es muy difícil que alguien te aplauda por derrotarle.
Por defecto, sólo te debes fidelidad a ti mismo. ¿Quién te va a querer en esta vida más que tú? ¿Quién te va a odiar menos?

Jugar con la presión es parte del juego, así que por favor, si vences, dale al alma el orgullo y la satisfacción que se merece, que ya se encargará ella de empequeñecerse cada vez que pierdas.
 En definitiva, cuando eres el mejor, y así lo publicas, sin duda corres el riesgo de que te odien. Corres el riesgo de que, cuando te superen, te echen en cara tus actos, saquen fuera sus frustraciones hacia ti y, en definitiva, te pasen por el morro cada gramo de ego que has gastado. Pero, ¡Ay amigo!, es lo que hay. Posiblemente si no fuera tan amarga la derrota, no sería tan dulce la victoria. Si eres el mejor tienes que saber que lo eres, y no temer dejar de serlo algún día. Si temes la caída entonces no alces el vuelo. Ni tampoco sueñes con volar.

En lo que a mí respecta, el jurado de la sociedad podrá juzgarme y sentenciarme, pero no ejecutarme, porque para ello tendrá que cogerme, y ahí está la clave: cuando eres el mejor, nadie puede cogerte.
Lo digo bien alto y aunque escueza, y no lo digo como lo siento, porque no tengo suficiente voz; te lo digo a ti, sí a ti, no mires para atrás como si no fuera contigo, no te hagas el loco, ni te cabrees, ni te compadezcas, ni te ofendas. Lo vas a tener que leer igual:

A veces, muy de vez en cuando, SOY EL MEJOR. Demuéstrame que me equivoco.


Archibald McAllister

martes, 21 de junio de 2011

Carta de disconformidad de un conforme con el Partido.


    La finalidad del Partido en este asunto no era sólo evitar que hombres y mujeres establecieran vínculos imposibles de controlar. Su objetivo verdadero y no declarado era quitarle todo el placer al acto sexual. El enemigo no era tanto el amor como el erotismo, dentro del matrimonio y fuera de él. […]La única finalidad admitida en el matrimonio era engendrar hijos en beneficio del Partido. La relación sexual se consideraba como una pequeña operación molesta, algo así como soportar un enema. Tampoco esto se decía claramente, pero de un modo indirecto, se grababa desde la infancia en los miembros del Partido. […]Éste trataba de matar el instinto sexual o, si no podía suprimirlo del todo, por lo menos deformarlo y mancharlo. […]
    En cuanto a las mujeres, los esfuerzos del Partido lograban pleno éxito.

                                                         George Orwell, 1984 (publicado en 1949)


   ¿Saben? Siempre me ha repateado ese tipo de personas que creen tener la respuesta a todo, en su papel de Sheriff del condado. Por ello necesito que se entienda bien esto que estoy a punto de decirles. No busco una única solución al problema (ni creo que exista), sino plantear múltiples ideas que hagan que no olvidemos que nuestros tiempos no son tan modernos como nos creemos.

   Antes de nada, considero importante mencionar que soy fiel miembro del Partido. A pesar de sus pros y sus contras, nunca lo he visto como un organismo maligno. Admiro su capacidad para unir a todos los militantes bajo unos principios comunes. Puede incluso llegar a dar sentido a una vida que parecía vacía y, además, el Partido se muestra muy cariñoso con los niños…

   Toda la vida he seguidos sus dogmas, dado que confío en el buen hacer de aquellos que los proponen. Sólo un par de cuestiones son las que me mosquean acerca de un tema de los tratados por el Partido. Un tema digamos… escabroso: el sexo. Y estas cuestiones sin importancia son solamente: el cómo, el qué, el por qué, el por qué coño, el por qué ahora, el por qué aquí, el porque tú lo digas, el quién, el con quién, el por quién y el por dónde (sí, nada más). Tal vez sea cosa mía, pero el Partido la ha tomado con este tema. Ha mordido todas estas cuestiones y no las quiere soltar.

   Por algún motivo que desconozco, he interiorizado hasta tal punto los principios del Partido, que cuando no los cumplo, recibo el peor de los castigos: un pesado cargo de conciencia que me hace   sentir fatal, odiarme a mi mismo temporalmente por algo que siento como natural.

   Sin embargo, creo que las personas, en ciertos ámbitos, somos poco más que animales y, como ellos, nos regimos por las leyes de la Naturaleza. Explicaré un poco esto:
   Cuando la Naturaleza necesita algo, te lo pide de dos maneras: un castigo y un premio, es decir, un dolor y un placer. De este modo, cuando tienes que mear, sientes que vas a explotar (dolor), y cuando “lo echas” sientes un enorme alivio (placer). Cuando tienes ganas de comer, tu estómago se retuerce y tus tripas rugen (dolor) y cuando llenas el vacío del estómago, sientes una gran satisfacción (placer). Lo mismo ocurre con la sed, el sueño, una mala borrachera o las ganas de cagar. ¡Y no iba a ser menos con el sexo!

   Haberla tomado con el sexo es tan estúpido como haberlo hecho con el comer. ¡Imagináoslo! Los adolescentes se esconderían entre arbustos o en baños públicos a comer hamburguesas con queso, temerosos de quedarse ciegos o sufrir una repentina aparición de vello en las palmas de las manos. ¡Y hasta el matrimonio nada de costillas!

   Pero entrando en lo serio del asunto, esto que puede parecer una broma, hace mella en las mentes más tiernas, hasta el punto en que hay niñas a las que se les parte el corazón por hacer deseado un beso, o tan siquiera habérselo imaginado, y que haya padres que las echen de casa a los 16 por haberse acostado con el “golfo” de su novio, cuando el “golfo” de su hijo mayor triplica la cantidad de polvos semanales, sólo que él, por la nariz.

   Decisiones tan absurdas como separar a niños y niñas a los 7 años, o prohibir que las mujeres toquen instrumentos de viento en los actos litúrgicos (por su no tan evidente forma “fálica”), son algunas de las pruebas de que en los cuerpos más puritanos residen las mentes más pervertidas.

   En definitiva, aunque en algunos lugares de Occidente ya estamos viendo la luz al final del túnel, creo que se nos ha educado en una política de miedo, represión y amenaza. Y, en mi humilde opinión, el miedo inculcado nunca es la solución. Es como esconder la suciedad bajo la alfombra. El miedo hace que nos odiemos un poco más, nos queramos un poco menos, y enfoquemos nuestra rabia contra aquellos que se han negado a aceptarlo o lo han afrontado. 

   Pero como ya he dicho, esta es sólo mi opinión. Encantado de recibir las vuestras, me despido.
Fdo: Un hombre que busca respuestas

PD: Siéntase libre cada cual de sustituir la palabra “Partido” por “Iglesia Católica”.



                                           Bianca Castafiore y el Rey Bari desde la Isla del Viento

viernes, 13 de mayo de 2011

Frente Antipoetista Nacional



Mis muy buenas tardes a todos, queridos lectores. En mala hora he decidido despertarme del tranquilo sosiego de mi cripta. Levanto la cabeza un momentito para echarle un ojETE a la Pipa de Haddock y ¿qué me encuentro? Caos y barbarie, eso es lo que es: caos y barbarie.
Pienso exigir responsables en mi despacho mañana a primera hora de la mañana; esto se nos va de las manos y no puede seguir así.


Caballeros, estoy flipando. [Así es, este es mi artículo y puedo decir “estoy flipando” si me sale del buyate, (en efecto, puedo decir “buyate” si me sale del “flipando”)].

Los poetas nos están comiendo la tostada con su incansable aleteo de mariposas. Que si arena caliente, que si magia, que si sonetos a realidades insuficientes…


¿Dónde se ha quedado, señores, la sutil ironía que nos caracterizaba? ¿Y qué hay de esa actualidad contada desde el ojo crítico que todo lo ve? ¿Dónde están Asterix, el Señor Arbusto o el mismísimo capitán Haddock cuando se les necesita? Os han violado; los hippies, con sus arcos iris, su paz y su amor os han violado. Han entrado en vuestro despacho y lo han hecho sobre vuestra mesa, sobre la moqueta, en el baño… con y sin vuestra secretaria. Os han mancillado.


  Es la revolución de la que tanto me advirtieron: la revolución de los poetas. Y vosotros los irónicos realistas, vosotros, que siempre gozasteis al machacar con vuestras críticas punzantes al más gallu del corral, en vez de contraatacar, os quedáis mirando el combate en las trincheras, acobardados, dando la batalla por perdida. ¿Ya no hay comentarios audaces? ¿Ya no hay sarcasmo hiriente? ¿No queda nada? ¿Vais a rendiros y permitir que os ganen un puñado de bohemios soñadores? Los Asterix, Arbusto, Haddock y cía que yo conocí les habrían pateado el trasero hace mucho a esos versiculeros de pacotilla. ¿O es que acaso se os han acabado los temas de los que tratar? ¿No vais a hablar de los 30 años de la muerte de Bob Marley? ¿No os vais a jactar de que Osama Bin Laden ha perdido por fin su partida de escondite? ¿No hay ningún cura u obispo que haya hecho honor a su versículo favorito de la Biblia (ese que dice “dejad que los niños se acerquen a mí”)? ¡Pero si son las elecciones autonómicas por Dios! ¿De verdad nadie va a ironizar sobre la gran fidelidad de Cascos a su partido de toda la vida, ni vais a comentar que la próxima vez que oigáis la música de un coche-propaganda vais a sacar la escopeta a pasear?
Esto es indignante.


¡Irónicos del mundo, os llamo a la batalla! ¡No permitiré que profanen nuestro templo sagrado!

El mundo cada día está más y más loco, (en efecto, como una puta cabra), y ahora ocurre aquí, en mi propia casa, ¡en mi propia Pipa!

Cómo se nota que se acerca el 2012…





Pdt: mi más sincero respeto a los poetas





Archibald McAllister

miércoles, 11 de mayo de 2011

la magia verá la luz




FLAVIO: (Respira, les mira uno a uno) La magia existe. Yo creo en la magia como fuerza motora del universo. ¿Y sabéis por qué creo en la magia? Porque sin la magia, no seríamos. Mirad, hay dos maneras de entender la vida:

-La primera, es que la vida es un espacio entre una nada y otra nada. Entre antes de nacer y después de morir. Nuestra existencia, no sería más que una mota de polvo en la inmensidad del espacio y un diminuto instante casi estático en la enormidad del tiempo. Porque el 99,99% de las personas que han pasado por la historia se esfuman, y no serán recordadas por nadie con el paso de los siglos. Porque el amor, el sentimiento más fuerte que nace en el fondo del alma de cualquier ser humano, sería un instrumento, un puñado de sustancias químicas que segrega nuestro cuerpo para atraernos los unos a los otros y así preservar la especie. Sólo seríamos juguetes, y los sentimientos son el juego. Nacemos con el único fin de morir. Y me niego. Simplemente me niego.
La segunda explicación es la magia, que hay algo más, algo que flota en el aire, algo que haga que no nos volemos la tapa de los sesos al darnos cuenta de lo desoladora que es la razón de nuestra existencia. Sé que lo notáis, sé que sabéis que esta vida, la única vida que tendréis, que puede llegar a captar las emociones más fuertes posibles, no puede ser en vano. (pausa)
Magia. No intentes explicarla, no intentes entenderla, simplemente encuéntrala, y exprímela. Puede tener mil nombres, ponle el que quieras.
Eres, estás y pareces. Cierra los ojos y siéntelo. Siéntete.
La vida no es un destino, sino un camino. Recórrelo a tu manera.
No vayas tan lento que no te dé tiempo a vivir, ni tan rápido que no te dé tiempo a disfrutar lo vivido.
Late, toma aire, siente, camina, siente, expulsa aire y late otra vez. Es simplemente eso.
La vida es magia, y, si hay una vida para cada uno de nosotros, es que hay magia para cada uno de nosotros. Por eso yo creo que puedo cambiar el mundo, porque puedo cambiar mi mundo.
Y tengo el descabellado plan de cambiarlo, o volarlo en mil pedazos. La gente tratará de disuadirme. Oh, ya lo creo que lo intentará. Me dirán loco, me dirán que “abra los ojos”. Pero yo les diré que jamás. Que abrir los ojos es la mejor manera de dejar de soñar.
(pausa)
Llegue cuando llegue, la de la negra túnica y afilada guadaña ya nunca me vencerá. Porque puedo morir en cualquier momento y de cualquier modo, pero no muero. Porque he encontrado la magia, y con ella, he encontrado la vida.
Todo empieza y acaba con un túnel oscuro, y al final la luz. Vivid pues tan bien vuestra vida, que la muerte tiemble al recibiros…
(se apagan las luces)






Archibald McAllister

viernes, 25 de marzo de 2011

Presentación de Carta

Ilusionante pistoletazo de salida a un nuevo proyecto ilusionante y, sin duda, ilusionante.
El todopoderoso equipo de redacción de "La pipa de Haddock" quiere daros a los lectores (a los cuatro), una calurosa bienvenida, y ofreceros un abrazo inmenso (y también caluroso), a pagar en cómodos plazos y sin intereses.
Tenéis ante vuestras gastadas córneas el equivalente en blog a la radio independiente, una de esas radios independientes que emiten cuando les da la gana, hablan sobre lo que les da la gana y faltan al respeto a quien las da la gana, lo que quiere decir que si hay que mojarse, nos mojamos, y si hay que hablar del desproporcionado tamaño de la orejas de la ministra Sinde, se habla (y sólo es el principio).
Ante esta perspectiva, es muy probable que nos granjeemos algún archienemigo que otro, e incluso puede que vosotros, lectores queridos, ya nos esteis odiando ahora mismo, pero no os preocupéis: recientes estudios han desvelado que un teclado estándar de ordenador tiene más gérmenes que las monedas corrientes y molientes, y todos sabemos que las monedas tienen muchos gérmenes. Así que con un poco de suerte, ya me habré muerto antes de acabar el artículo. Y sí, yo también he opositado para analista de gérmenes de teclados de ordenador.

Señores, es oficial: el mundo está loco (como una puta cabra), y además, a mí me huele raro. Sin embargo no todo está perdido, amigos. Yo sé que en el fondo del alma del joven emprendedor, sigue habiendo un joven emprendedor, y también sé que la ignorancia tiene cura; sé que cosas como ver Amèlie, ver jugar al Barça o escuchar a la La bande du Poulet Fou desembotellan la mente. Y para eso estamos aquí.
Si además de todo ésto, aún eres tan tonto de creer en la libertad, y tampoco entendiste del todo bien el libro de Pedro Páramo, eres de los nuestros, esta es tu casa, y puedes empezar desde ya a pagarnos el alquiler.
Mucho rock'n'roll para todos. Ilusionante y caluroso rock'n'roll...




Archibald McAllister