Y sucede.
Llega ese momento. Tanto tiempo evitándolo que incluso lo
habías olvidado. Te llevaba persiguiendo toda tu vida como una inicua dama
oscura, un fantasma sabio y calculador que no te permitiría otro error y al
que ahora te tocaba rendir cuentas.
Corres por el interminable túnel sin volver la vista atrás. Ya
llega…
-¡Déjame!
No puedes escapar de lo que tú mismo has engendrado. Te
atrapó.
-¡Suéltame!
Eres suyo, ya estás en su jaula, un habitáculo sin salida.
Una pequeña porción de profunda oscuridad. Cortarías tu mano por un rayo de luz
y una brizna de aire fresco.
-Necesito aire.
Las mugrientas
paredes grises te miran como perversas criaturas, gárgolas nocturnas alimentándose
del miedo de su ingenuo invitado. Sientes como un corsé invisible hace de tus
pulmones pequeños sacos vacíos. Duele.
–Necesito aire.
Se te acaba el espacio mientras escuchas su cruel voz. Postrado
en el suelo te tapas los oídos.
–¡Que alguien detenga
ese ruido infernal!
No puedes escapar de lo que tú mismo has concebido. ¿Sería
justo privarte de tu recompensa?
-¡Necesito descansar! Sólo quiero descansar…..
Te rindes. Ruegas la redención.
Por hoy ha sido suficiente, pero te perseguirá el resto de tu
vida hasta asestarte el golpe definitivo. No te quejes, tú has querido que así
sea. Te gustaría dar marcha atrás y elegir una vida tranquila. Te atenaza la
cruda realidad: ya no es posible.
Todo está en su
sitio, en el lugar adecuado. Acéptalo, esto es lo que ocurrirá cada vez que
vuestros astros se alineen. Gritas.
Rascar Capac
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