"Somos el singular plural en singular. Somos el individual grupo que representa a los siempre jóvenes viejos de la juventud, juventud inquieta, joven inquietud. Somos tan "de prosa" como el poeta y tan "de verso" como el crítico. Somos tan humoristas que te emocionamos, y tan románticos que te echarás a reír. Somos tan indefinibles, que el simple acto de definirnos sería en sí una paradoja."

martes, 21 de junio de 2011

Carta de disconformidad de un conforme con el Partido.


    La finalidad del Partido en este asunto no era sólo evitar que hombres y mujeres establecieran vínculos imposibles de controlar. Su objetivo verdadero y no declarado era quitarle todo el placer al acto sexual. El enemigo no era tanto el amor como el erotismo, dentro del matrimonio y fuera de él. […]La única finalidad admitida en el matrimonio era engendrar hijos en beneficio del Partido. La relación sexual se consideraba como una pequeña operación molesta, algo así como soportar un enema. Tampoco esto se decía claramente, pero de un modo indirecto, se grababa desde la infancia en los miembros del Partido. […]Éste trataba de matar el instinto sexual o, si no podía suprimirlo del todo, por lo menos deformarlo y mancharlo. […]
    En cuanto a las mujeres, los esfuerzos del Partido lograban pleno éxito.

                                                         George Orwell, 1984 (publicado en 1949)


   ¿Saben? Siempre me ha repateado ese tipo de personas que creen tener la respuesta a todo, en su papel de Sheriff del condado. Por ello necesito que se entienda bien esto que estoy a punto de decirles. No busco una única solución al problema (ni creo que exista), sino plantear múltiples ideas que hagan que no olvidemos que nuestros tiempos no son tan modernos como nos creemos.

   Antes de nada, considero importante mencionar que soy fiel miembro del Partido. A pesar de sus pros y sus contras, nunca lo he visto como un organismo maligno. Admiro su capacidad para unir a todos los militantes bajo unos principios comunes. Puede incluso llegar a dar sentido a una vida que parecía vacía y, además, el Partido se muestra muy cariñoso con los niños…

   Toda la vida he seguidos sus dogmas, dado que confío en el buen hacer de aquellos que los proponen. Sólo un par de cuestiones son las que me mosquean acerca de un tema de los tratados por el Partido. Un tema digamos… escabroso: el sexo. Y estas cuestiones sin importancia son solamente: el cómo, el qué, el por qué, el por qué coño, el por qué ahora, el por qué aquí, el porque tú lo digas, el quién, el con quién, el por quién y el por dónde (sí, nada más). Tal vez sea cosa mía, pero el Partido la ha tomado con este tema. Ha mordido todas estas cuestiones y no las quiere soltar.

   Por algún motivo que desconozco, he interiorizado hasta tal punto los principios del Partido, que cuando no los cumplo, recibo el peor de los castigos: un pesado cargo de conciencia que me hace   sentir fatal, odiarme a mi mismo temporalmente por algo que siento como natural.

   Sin embargo, creo que las personas, en ciertos ámbitos, somos poco más que animales y, como ellos, nos regimos por las leyes de la Naturaleza. Explicaré un poco esto:
   Cuando la Naturaleza necesita algo, te lo pide de dos maneras: un castigo y un premio, es decir, un dolor y un placer. De este modo, cuando tienes que mear, sientes que vas a explotar (dolor), y cuando “lo echas” sientes un enorme alivio (placer). Cuando tienes ganas de comer, tu estómago se retuerce y tus tripas rugen (dolor) y cuando llenas el vacío del estómago, sientes una gran satisfacción (placer). Lo mismo ocurre con la sed, el sueño, una mala borrachera o las ganas de cagar. ¡Y no iba a ser menos con el sexo!

   Haberla tomado con el sexo es tan estúpido como haberlo hecho con el comer. ¡Imagináoslo! Los adolescentes se esconderían entre arbustos o en baños públicos a comer hamburguesas con queso, temerosos de quedarse ciegos o sufrir una repentina aparición de vello en las palmas de las manos. ¡Y hasta el matrimonio nada de costillas!

   Pero entrando en lo serio del asunto, esto que puede parecer una broma, hace mella en las mentes más tiernas, hasta el punto en que hay niñas a las que se les parte el corazón por hacer deseado un beso, o tan siquiera habérselo imaginado, y que haya padres que las echen de casa a los 16 por haberse acostado con el “golfo” de su novio, cuando el “golfo” de su hijo mayor triplica la cantidad de polvos semanales, sólo que él, por la nariz.

   Decisiones tan absurdas como separar a niños y niñas a los 7 años, o prohibir que las mujeres toquen instrumentos de viento en los actos litúrgicos (por su no tan evidente forma “fálica”), son algunas de las pruebas de que en los cuerpos más puritanos residen las mentes más pervertidas.

   En definitiva, aunque en algunos lugares de Occidente ya estamos viendo la luz al final del túnel, creo que se nos ha educado en una política de miedo, represión y amenaza. Y, en mi humilde opinión, el miedo inculcado nunca es la solución. Es como esconder la suciedad bajo la alfombra. El miedo hace que nos odiemos un poco más, nos queramos un poco menos, y enfoquemos nuestra rabia contra aquellos que se han negado a aceptarlo o lo han afrontado. 

   Pero como ya he dicho, esta es sólo mi opinión. Encantado de recibir las vuestras, me despido.
Fdo: Un hombre que busca respuestas

PD: Siéntase libre cada cual de sustituir la palabra “Partido” por “Iglesia Católica”.



                                           Bianca Castafiore y el Rey Bari desde la Isla del Viento

1 comentario:

  1. Conciso, directo, bien escrito y con una pizca de "mala uva"; en definitiva, una muy buena entrada.

    Mis felicitaciones a la pareja de escritores.

    Aunque yo sustituiría Partido no ya por Iglesia Católica, sino por las muchas (y muy variadas) organizaciones y culturas que a lo largo de la historia han intentado controlar y desfigurar un acto tan natural como es el sexo.
    Aunque esa doble moral la podemos encontrar en cualquier lugar (sin necesidad de ir hasta las iglesias y los curas). Me gustaría vernos a más de uno ante situaciones que luego, de cara al público, defendemos como algo totalmente normal.

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