"Somos el singular plural en singular. Somos el individual grupo que representa a los siempre jóvenes viejos de la juventud, juventud inquieta, joven inquietud. Somos tan "de prosa" como el poeta y tan "de verso" como el crítico. Somos tan humoristas que te emocionamos, y tan románticos que te echarás a reír. Somos tan indefinibles, que el simple acto de definirnos sería en sí una paradoja."

martes, 15 de noviembre de 2011

Malfarios del Contramaestre Gibbs

Esto es un breve fragmento de las memorias de un viejo lobo de mar, el contramaestre Joshame Gibbs. Lo encontramos entre otros escritos, pedimos que se respete su voluntad. Léase lo que viene a continuación acompañado de la música adjunta y cómo no, como si las palabras salieran de la boca del señor Gibbs, a poder ser, gracias.



Cuentan por las tabernas que no se moja. Que Neptuno retira las aguas cuando el ébano del mascarón de proa galopa arrogante sobre ellas. Que las tormentas amainan y los vientos lo impulsan como esclavos temerosos del látigo. Porque, en efecto, le temen.
Vuela sobre la línea del horizonte. 

 Dicen en Tortuga los más fieros marinos, que las almas de los que han pasado por la espada impía de su capitán empujan la nave por popa, como un séquito invisible de condenados que la noche de su muerte hubiesen preferido toparse con el mismísimo Satanás.

Sus velas rojas como centellas del abismo son testimonio del más oscuro de los pasados, pues los corazones caídos las cosieron, y la sangre inocente las tiñe. La leyenda cuenta que siendo sólo un niño, el misterioso capitán vio morir a su madre a manos de unos piratas. Su corazón, que se había parado por el frío abrazo de la angustia y la desesperanza, retomó su latido poseído por el diablo, y desde aquel entonces vaga sin rumbo por el océano devorando almas, alimentando su odio, pagando gota a gota su deuda.

Las sombrías noches de luna nueva son su fiel heraldo. Augurio de su funesto paso por algún puerto sin nombre, testigo de la expiación de todos los infelices que osan cruzarse en su camino. Las mareas se detienen a su llegada, el calor abandona tu cuerpo a la vez que la misma muerte baja de cubierta y posa sus siniestras alas en el muelle, acompasando su paso al incesante repiqueteo de los pies de su dueño. Se pasea sereno, a un ritmo impasible. Las madres cierran las ventanas de sus casas, esconden a sus hijos, los borrachos se serenan y los taberneros beben; todo el pueblo enmudece pero nadie puede escapar de su hálito gélido.

Dicen que disfruta reviviendo sus recuerdos en las almas de sus víctimas, y que éstas, enloquecidas por la desgarradora crudeza de sus vacíos ojos, con gusto se hunden de vuelta al abismo.

¿Su nombre? Nadie lo sabe. Los vivos lo olvidaron hace tiempo y los muertos temen siquiera evocarlo. Lo que puedo asegurarte es que si alguna vez atisbas su estela roja y la mirada de su capitán en el horizonte, no has sino regocijarte, pues ya no habrá lugar para la fortuna: estarás observando las mismas puertas del Infierno.


Archibald McAllister & Archibald Haddock

2 comentarios:

  1. No podía dejar que la cuarta entrega de Piratas del Caribe arruinara mi infancia. Para mí, esto fue lo que pasó

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  2. "Sus velas rojas como centellas del abismo son testimonio del más oscuro de los pasados, pues los corazones caídos las cosieron, y la sangre inocente las tiñe."
    Simplemente, perfecta.

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