"Somos el singular plural en singular. Somos el individual grupo que representa a los siempre jóvenes viejos de la juventud, juventud inquieta, joven inquietud. Somos tan "de prosa" como el poeta y tan "de verso" como el crítico. Somos tan humoristas que te emocionamos, y tan románticos que te echarás a reír. Somos tan indefinibles, que el simple acto de definirnos sería en sí una paradoja."

viernes, 20 de enero de 2012

Tenemos que hablar

          Saludos a todos los que nos leéis. Es decir: a los que escriben aquí, a un ciego y a su perro guía, a mi madre y a un desconocido super indie que seguro que nos lee ahora que casi nadie nos conoce. Hoy veo esto como una terapia.

          No voy a excusar mi largo periodo de inactividad porque sería de pobres inmigrantes judíos catalanes de la posguerra. Sólo apunto que vuelvo a vosotros cuando más lo necesitáis. Mientras todos luchamos por escalar no la cuesta, sino la escarpada pared montañosa de enero (excepto los políticos que la bajan echando carreras con nuestros sus coches enseñándonos el culo la otra cara de la moneda por la ventanilla y haciendo gestos feos con las manos), el mundo se empeña en descender en caída libre. 

          Ya hemos entrado en 2012, el año del fin del mundo según unos hombres ataviados con plumas, que se pintaban la cara y corrían por ahí en taparrabos hace milenios. Sinceramente, creérnoslo ya merece que se considere el fin pero yo me pregunto ¿Y para qué nos inventamos a Jesús? ¿Para que Antena 3 haga una miniserie? El bueno de J.C. es el comodín del público, un público más sumiso y obediente que Messi en la víspera de Reyes.

          No obstante que quede claro que 2012 puede ser una señal de que el mundo tiene que cambiar. Puede que nos esté mandando sutiles señales acerca de este hecho, por ejemplo:

          La cada vez más próxima extinción de los nacidos en el periodo Cretácico Inferior. Tras la desaparición del T-Rex le llegó el turno a otro ilustre saurio, Manuel Fraga Iribarne (Diplopolíticus Sauridae) dejando tan sólo a otros dos viejos reptiles: La incombustible Duquesa de Alba, que recientemente contrajo arterioesclerosis, artrosis, artritis, sordera y matrimonio. Y Santiago Carrillo, que desde la caída del Sacro Imperio Romano Germánico no ha vuelto a ser el mismo.

          Otro tema por el que, desgraciadamente, tengo tiempo para escribir es el cierre de Megaupload, Megavideo y por qué no decirlo, Megaporn. Lo que ha sacudido internet y lo que dificultará que se sacudan más cosas. Los culpables directos son el FBI pero según fuentes de Intereconomía socialistas y comunistas dirigen el movimiento desde la sombra. Aquí lo más lógico es fiarse de los mayas. Realmente es una pena esta noticia puesto que nos obliga a retomar viejas costumbres, hemos de aprender a hablar de nuevo entre nosotros, redescubrir cómo se abre la puerta de la habitación y salir a la calle, quitarnos las zapatillas. Es como volver al nomadismo, qué miedo. O a la trashumancia dependiendo de lo gordos que estéis en tu casa, ¡sedentario/a!

          El siguiente punto del día es ineludible. El enésimo clásico. Tan redundante ya, que el nombre está acortado: “Clásico” en lugar de “Clásico baño del Barcelona al Madrid”. Ya está, ya lo he dicho. Y hablando de desequilibrados mentales, ¿alguien ha visto el partido de Pepe? La prensa debería plantearse cambios a la hora de redactar su estadística, por ejemplo:

En vez de goles: Tarjetas
En vez de minutos jugados: Minutos fuera de la cárcel
En vez de faltas: Órdenes de alejamiento
En lugar de penaltis: Antecedentes penales
En lugar de balones recuperados: Agresiones por arma blanca
En vez de tarjetas: Denuncias
Y por último en lugar de disparos, bueno sí, disparos.
Del resto poco queda por decir (del Barça) y poco por reír (del Madrid). Es así. ¿Cambiarán las tornas el próximo? Sólo Dios el Marca lo sabe.

          También han saltado las alarmas porque se ha estrenado “Gran Hermano 12+1”, los que han resuelto la operación del título se han quedado sin un puesto de participantes. Y las mujeres con nombres comunes como María, Carmen, Etcétera, etc. han sido expulsadas del casting al igual que los hombres que sabían que hermano se escribe con h. Este programa no es sino una muestra más de lo fácil que nos lo pone Telecinco para acabar con un grupo nutrido de anormales, juntándolos a todos en el mismo recinto.

          Y por último no se me pasa por alto el personaje marítimo del momento. El célebre Capitán Schettino, que se une a la lista de pilotos desbloqueables del próximo Need For Speed junto a Ortega Cano, Stephen Hawking y Farruquito debido a sus habilidades al timón. No hay que desmerecer su pilotaje puesto que es complicado manejar una nave así cuando tienes una moldava de 25 años en la cabina. También se plantean ficharle para la política por el sigilo que demostró al huir del barco antes que toda la tripulación y los pasajeros. “Esas habilidades darían mucho juego en un banco” comentaba Urdangarín.

          Poco más puedo añadir, ya veis cómo está el panorama, sólo falta que Andy y Lucas saquen un disco o hagan pública su relación. En resumen y como bien dijo mi buen amigo Rascar Capac en otra entrada:

“El mundo se va a la mierda y no hay más huevos.

          Esto ha sido todo por hoy. Espero volver a escribir pronto, hasta entonces copazo de Loch.

¡¡Mil millares de rayos y truenos!!

Haddock

viernes, 6 de enero de 2012

La Chispa que Alivia

Lo último que recuerdo de la visita de Óscar a mi casa, Señoría, es la silueta borrosa de la llama de un mechero que enarbolaba a unos palmos de mi cara. Eso y la frase ya citada, que se quedará en mi memoria para siempre:
-Sólo ha sido un aviso. Si te vuelves a cruzar en mi camino alguna vez en tu miserable vida, te mataré. Y ahora, -dijo como ido, sin dejar de mirar al mechero- voy a hacer lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor. -Antes de irse, me asestó un último puñetazo, que acabó por dejarme inconsciente.
 Desperté al cabo de un rato, sin saber cuanto tiempo había pasado; parecían meses. La boca me sabía a sangre, y me dolía todo el cuerpo a causa de los golpes recibidos. Un par de costillas rotas y un pómulo fracturado, Señoría, avalan esto que digo.
 Tardé unos instantes en enderezarme y recordar lo que había pasado. Estaba muerto de miedo, pero no me quitaba de la cabeza aquella última frase: <<… lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor>>. Hizo su aparición un nudo en mi estómago que poco o nada tenían que ver con la brutal paliza que acababa de recibir: me di cuenta de que iría a por ella.
 (…)
 

    Clara siempre me había hablado de Óscar (aunque en el barrio todos le conocíamos), como un hombre rudo y terco; y eso sólo al principio de su relación, ya que con el transcurso de los últimos años, había evolucionado a conflictivo y violento. En una palabra, peligroso.
 No atendía a razones, no tenía rutina ni trabajo; antes de sus primeros golpes, ya era un delincuente potencial. Un delincuente para el que Clara era lo único que perder.
  Además, bebía constantemente, y tonteaba con ciertas drogas duras; algunos creen que por ellas atracó aquel comercio a punta de pistola, hace ya dos años. El desenlace es bien sabido por todos los que estamos en esta sala: la policía es más rápida que él, y es detenido antes de poder siquiera darse cuenta de lo grave del asunto: juicio rápido y 18 meses en prisión.

  Y, pese a todo, lo peor no era para Óscar: Clara se quedó sola, hundida y en peligro, a merced de los muchos enemigos que el matón de su novio se había granjeado en los últimos tiempos.
  Así pues, no entraré en detalles de mi relación con Clara. Sólo diré que comenzó tan absurda y fugazmente como terminó. Yo la conocía desde pequeña, habíamos ido juntos a clase. Me la encontré una noche que volvía a casa, sola, llorando en un banco, después de tantos años sin verla. Traté de consolarla, de mentirle diciendo que fuera lo que fuera aquello que la atormentase tendría solución. Sólo quería un gesto, o quizás una leve sonrisa. Y antes de comprobar que lo lograba, caí en la cuenta de que estaba perdidamente enamorado de ella.
 Pasamos dos años juntos. 730 días de reflexión, de asimilación y de despertar. 730 días como un sueño fugaz, persiguiendo la felicidad y el olvido, hasta estar tan cerca de la meta que casi podíamos estirar los dedos y tocarla. Sin embargo, el temor al futuro era fuerte, y la incertidumbre hacía mella en nosotros. Ella decidió que debíamos asumir los hechos, y con esta idea envió una carta a la prisión, en la que lo explicaba todo. Sin grandes metáforas, ni palabras vacías, simplemente dos conceptos: “Tú te has ido” “El amor ha vuelto”.

No hubo respuesta. Siguieron pasando los meses, reparadores y absurdos como el tiempo mismo, y mi organismo empezó a depurar el miedo que sentía, o al menos, a esconderlo debajo de la alfombra. Pero la alfombra voló el día que él salió de la cárcel.
 Estuve desde que amaneció en alerta permanente, como si el cielo se me fuera a caer encima o el suelo se pudiera derrumbar bajo mis pasos. Y, al llegar a casa, me quité la chaqueta, entré en mi habitación, y la luz se encendió sin necesidad de que yo me acercara al interruptor. Casi se me para el corazón; ya que en efecto señoría, ahí estaba él. Con los ojos llorosos, y sed de venganza en la mirada. No me dio tiempo a reaccionar. El primer golpe fue en el estómago. No me defendí. Dejé que me golpeara durante largos minutos.

“… lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor”, dijo mostrando aquel mechero…

(…)

Bien, el caso, es que me desperté. Y cuando me recompuse, me di cuenta de que iba a por Clara. No sabía qué quería hacerle, pero con un tipo así no había lugar a reflexiones. Cogí el móvil y la llamé: Apagado. Miré aterrado el reloj, y comprobé que apenas había estado un cuarto de hora inconsciente. Respiré aliviado. Aún había tiempo.
Me arrastré  por la casa hasta llegar al coche. Me dolía todo el cuerpo, y casi no podía ni pensar. Todo daba igual, tenía que llegar a casa de Clara antes que él. Arranqué y me puse en marcha, inconsciente del trayecto, absorbido por el temor y la incertidumbre.
 En la penúltima desviación, vi la silueta de Óscar a lo lejos. Sin embargo, no giraba hacia el domicilio de Clara; sino que siguió caminando recto, como un borracho que quiere parecer sobrio, hasta el final de la calle. Entonces me di cuenta: LA GASOLINERA.
Por eso miraba el mechero. ¿Para qué sino un ex-convicto violento y posesivo iba a ir a una gasolinera un jueves por la noche, sin vehículo alguno, y con sed de venganza?
 A mí me había dado un aviso con aquella paliza, pero su verdadera vendetta era con Clara. “Voy a hacer lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor”, había dicho, con la mirada vacía, perdida en aquel mechero. Perturbado hijo de puta.
Y yo podría impedirlo. Sin vacilar, aquella misma noche. Acabaría con el tormento de Clara y el mío propio. No había otra opción. Nos perseguiría allá a donde fuéramos. Tenía que pararle los pies. Aparqué a una distancia prudencial, y tomé el revólver. Recorrí el espacio que nos separaba a pie. Había olvidado mi dolor. Cuando le di alcance, enarbolé la pistola:
-¡Óscar!-le grité.
Él se dio la vuelta. La luz de la gasolinera y de un club nocturno que había a la derecha le iluminaban el rostro. En seguida comprendió lo que quería hacer. La ausencia de miedo en su rostro hizo que creciera exponencialmente en el mío. Comenzó a avanzar hacia mí.
-¡No te acerques!- grité. La voz me temblaba.
-Te dije que no quería volver a verte. No sólo te basta joderme la vida, sino que ahora quieres acabar con ella. -Seguía acercándose.
-¡No des ni un paso más!
-Mírate, estás hecho un Cristo. Yo ya había acabado contigo. No quería saber más. No me hagas hacerte más daño. Baja el arma.
Le aguanté la mirada. Todo sucedió demasiado rápido. Se abalanzó sobre mí, quién sabe con qué intenciones, y yo, no pude hacer otra cosa que apretar el gatillo con todas mis fuerzas. Todavía tengo grabado el sonido exacto de aquel certero disparo, que le atravesó el ventrículo izquierdo, consiguiendo que se desangrara a unos centímetros de mí. Tardó unos segundos en ceder a la muerte. Y finalmente calló.
 Observé su cadáver, aún caliente, y el cráter de su pecho, aún humeante; yo estaba inquieto, pero tranquilo. Sabía que había hecho lo correcto. Sin embargo, es curioso cómo la vida te la juega a veces.
 Me agaché, y arranqué de su mano el encendedor de plástico barato, que aún sostenía.
Estuve a punto de arrojarlo a la alcantarilla, cuando algo inscrito en su dorso me llamó la atención. Lo examiné con detenimiento, y alcé la mirada, hacia la derecha. Se me heló la sangre, y el corazón se me paró. No. No podía ser. No era posible.
 Entonces, recordé la escena que se había producido en mi casa, minutos antes. Óscar, mirando reflexivamente su mechero, y la frase: “voy a hacer lo único que puedo hacer para aliviar mi dolor”.
 Y de repente, era yo el que no podía levantar la mirada de la inscripción de aquel mechero publicitario, que rezaba:
¡¡¡VEN A HOTESS’ CLUB!!! La chicas más ardientes al mejor precio!”





martes, 27 de diciembre de 2011

Tarde Levantó la Muerte

Mi amigo nos confesó que llevaba tres años muerto. Le gustaría habérnoslo dicho antes, pero no encontraba el momento preciso. Miré a Lidia y a Pedro y después bajé la vista al plato. ¿Ya lo sabíais? ¿Sabíais que he estado muerto todo este tiempo y no habéis dicho nada? Su rostro traslucía una ira fantasmal. Lidia trató de formular unas palabras pero él se levantó de la mesa y salió de la cafetería. Sabíamos que aquello iba a pasar tarde o temprano.

Aurelio lloraba sentado en un banco del parque y alrededor de él cinco o seis niños no comprendían cómo un señor tan grande podía llorar. Joder, Juan, pero no decirme nada. Tantas tardes sintiéndome solo y muerto y resulta que. Mira, lo siento, dije yo, qué quieres que te diga. También ha sido duro para nosotros, no creas. Nos dimos cuenta aquel día que vinisteis todos a cenar a casa. Ya hacía tiempo que nos olíamos algo, nunca te abrigabas lo suficiente, tenías los armarios de la cocina vacíos y no te quedaba pasta de dientes, sobre todo eso, tú que no podías estar un día sin el cepillo. Pues resulta que esa noche, bueno, todo iba normal. Hasta que decidimos jugar a La Enciclopedia. Pedro se subió a la estantería para cogerla y cuando ya la tenía a medio sacar se le cayó. Y te dio en toda la cabeza. Te tendría que haber hecho una brecha, Aurelio, deberías tener una hemorragia brutal. Y tú ni te volviste, no te despeinaste siquiera. Seguiste bebiendo café y hablando del concierto del día anterior. El saxofonista era realmente bueno. Pensé que a Pedro se le desencajaba la mandíbula. Aquel día sudé muchísimo en la cama.





Pero tú, ¿cómo, ya sabes, cómo te diste cuenta de que estabas muerto?

No sé Juan, esas cosas se saben.





Volvimos a la cafetería, todo el mundo aparentaba normalidad. Dos o tres semanas más tarde, le conté a Aurelio mis problemas con. Él entendió perfectamente. Verás lo que sé hacer, me dijo.

El coche frenó de golpe pero no lo bastante. El hombre altísimo rodó sobre el capó. Dentro insultos, mierda, de dónde salió éste. Mierda, mierda. ¿Estás bien?



Después, todo sucedió demasiado rápido. No comprendo qué nos pasó. Pedro empezó a llegar borracho a los shows y Lidia se pintaba cada vez más los labios. Y esa tristeza que ocupaba los ojos de Aurelio. El hombre más fuerte del mundo (entre clarines). Boxeadores profesionales se turnaban para partirle la cara. Se dejaba atropellar por camiones. Aguantaba la respiración durante horas. Una vez le pegaron un tiro en la mano. Hasta acudimos a algún plató de televisión. Dios, nos hicimos de oro. Pero, Aurelio, aquello no estaba hecho para él. Quizá en otra época, pero ese azul que le invadía las entrañas.

Una noche Pedro me llamó por teléfono. Serían las cuatro o las cinco. Me dijo que estaba seguro de que Lidia le estaba siendo infiel. Él le había dicho a ella que se iba a visitar a sus padres al norte. Sin embargo se quedó en la ciudad y la siguió. Y vio como entraba en el portal con otro hombre. Casi le leyó los labios. Hoy puedes subir, no está Pedro. Y ese brazo con el que el otro le rodeaba la cintura, ese brazo que preludiaba posturas imposibles.

Al día siguiente, nos encontramos todos en el camerino. Íbamos a dar un show en directo en el programa matinal. Lidia llevaba una falda peligrosa, escarpada. No pudimos prever lo que sucedería. A Pedro le ardían los ojos. La agarró por las muñecas. Te vistes así para él, ¿eh? Zorra, no eres más que una zorra. Y con un movimiento veloz sacó un pequeño revólver del bolsillo y se lo puso en la boca. Le subió la falda. Yo miré a Aurelio, pero Aurelio no era capaz de mirar a nadie. Le rompió la camiseta y le lamió la mejilla. Entonces Aurelio dio un alarido agónico y por su boca comenzaron a salir cuervos. Cuervos negros, negros como el terror. Cientos, miles de cuervos que se situaron sobre la pareja y la consumieron totalmente. Hasta que no quedó de ellos más que una costilla.

Aurelio yacía pálido, inmóvil, frío, sobre el sofá. Yo acudí a cerrarle, por fin, los ojos y en ese momento, el cuervo, el último cuervo negro vino hacia mí y me atravesó el pecho.


Comprenderás ahora por qué ando solo, entre bidones vacíos, por el desierto y por qué nunca más comeré nada ni necesitaré abrigo. Pero espero que comprendas, sobre todo, por qué nunca jamás podré volver a lavarme los dientes.



General Tapioca.

jueves, 22 de diciembre de 2011

LA CIUDAD

*
  Ramón González Herrera era un chico alto, apuesto, testarudo y sencillo. Su padre, también Ramón de nombre, que trabajaba en una gasolinera, creía que en ese momento su hijo estaba entrenando con el equipo del barrio, en el que jugaba de portero. Era el mejor de cuantos por el equipo habían pasado y su padre soñaba con que llegara a ser futbolista. Por eso el joven Ramón no podía decirle que había dejado el equipo para empezar a trabajar en una cafetería, y así poder ayudarle con las facturas. Su padre, orgulloso como era, no lo permitiría. En todo esto iba pensando Ramón González Herrera cuando un KIA Cerato rojo le arrolló en plena calle, para después darse a la fuga. Mientras perdía la vida sobre la calzada, Ramón vio como el balón que llevaba bajo el brazo se escapaba rodando calle abajo.
  *
   Segundos después, y con un corro de gente ya empezando a formarse alrededor del muerto, Jose Emeterio, de 4 años, veía por primera vez un cadáver; se quedó con los ojos clavados en él unos segundos, hasta que Leticia, su hermana mayor, le pegó un fuerte tirón para que siguieran su camino hacia la escuela. Jose, de naturaleza parlanchina, no volvió a abrir la boca en todo el trayecto.
  *
  En cuanto Leticia, de 15 años, hubo dejado a su hermano Jose en la escuela, se encaminó hacia una calle céntrica, con el propósito de hacerse un piercing en la lengua, como su ex-amiga Vanesa, a quien no hablaba desde que se lió con su tercer novio Noel. En esto iba Leticia Emeterio pensando cuando llego a la tienda.
*
   Un tatuador melenudo y desgarbado, de unos veinti-pico años, salió a recibirla. Las paredes estaban decoradas con los mejores trabajos de nuestro melenudo amigo, y en zona centrada, se exhibía orgulloso su mejor trabajo: un águila de alas abiertas y cara asesina que abarcaba una espalda de varón desnuda. Después de que la chica le explicara lo que quería, “Melenudo” le contaba que no podría hacerlo sin la firma de un tutor legal. De estas y otras cosas hablaban cuando entró por la puerta, muy acelerado, un joven delgado y sudoroso, con la cabeza afeitada…
  *
   Su nombre era Guillermo de Pedro; era el mejor amigo desde la infancia del melenudo tatuador, y por destacar algo de él, diremos que tenía un problema con las drogas. Concretamente, él era de los que “nievan” el tabique. Y como ya se sabe, para comprar hay que tener, y para tener hay que vender. De ahí su fatiga, pues venía escapando de unos “gangsters” de barrio a los que le  les había “pifiado una entrega”. Cinco manzanas había corrido, con matones a los talones, derribando a 14 personas, chocando con otras 4 y tirando el cuidado escaparate en exposición de una floristería, lleno de coronas hechas con rosas, claveles, orquídeas…
  *
   Y sin que nadie se diera cuenta, toda esta persecución había sido seguida por la atenta mirada de Luisa Bouvier, una anciana francesa medio loca, que da de comer a las palomas en el parque. Sin duda, Luisa tiene una de las historias más intensas e interesantes que puede albergar una ciudad: una historia de lujos pasados, de maridos que abandonan, de decadencia, y de prostitución obligada, hasta que las canas vistieron sus sienes. Paradójicamente, es de las pocas historias por las que nadie en la ciudad preguntará.
Luisa, con todo el tiempo libre de una anciana en paro, disfruta sentándose en su banco favorito y observando todas las expresiones de toda la gente de la ciudad, como un rico tapiz de sentimientos. Como una pantalla de plasma en la que cada píxel no sabe de la existencia de los otros, ni por supuesto, la imagen que forman entre ellos. Luisa ve ahora pasar a un chico joven, de pelo castaño, y con ojos de haber llorado…
*
 En efecto, Alex Gutiérrez lleva un mes desconsolado: no duerme, apenas come, y llora diariamente. No quiere decirle a nadie lo que siente; ni su familia ni sus amigos saben que está así. Hace un mes que Alex no es feliz. No sabe cuanto tiempo faltará para que vuelva a serlo. La razón como la de tantas otras historias: una mujer. Su novia, su amor de juventud, le había dejado. Para ella fue más fácil. Para él es insoportable…
*
  Pero es que Lucía Vázquez no podía quedarse estancada en esa relación. Ahora era más sofisticada, más popular, y necesitaba cotas más altas. Esperaba no tener que arrepentirse nunca de haber dejado a Alex, pero ahora era feliz. Se veía con un chico mayor. Un tatuador talentoso, de larga melena y rollo neo-indie surferillo. Un bombón.
En esto iba pensando Lucía, cuando se dio cuenta de que Marco, su mejor amigo, llegaba tarde (como siempre). La iba a acompañar de compras. “¿Dónde estará este chico?”
*
  Marco Espronceda está ayudando a su padre en la floristería familiar a recolocar el esmerado escaparate en exhibición que al parecer, un yonki acelerado había derribado sin remordimiento alguno.
En esto están padre e hijo cuando llega Marina, la hermana pequeña de Marco, tras sus clases de viola. Llega muy exaltada, relatando a todos con voz en grito que Jose, un niño tonto de su clase que siempre muerde, había visto un “caváder” (en palabras de la niña). Llevaba toda la tarde contándolo sin parar, a sus amigas, a las madres de parque, a su profesor de viola…
*
 Enrique De Pedro, de cincuentaypocos años, era un reputado violista con experiencia en numerosas Orquestas Sinfónicas nacionales e internacionales. Sin embargo, desde un accidente doméstico, hará ya 10 años, su muñeca derecha no había vuelto a responder como antes. Ahora imparte clases de viola en una Escuela de Música local.
  Hacía días que Enrique estaba preocupado por su hijo, pues empezaba a sospechar que estaba metido en algún tipo de asunto ilegal, tal vez tráfico de cocaína… y además, no hacía más que desaparecer material docente de la Escuela. Sin duda, atrás había quedado la elegante vida de violista sinfónico…
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 Jennifer Ramírez era la adorable secretaria de la Escuela de Música.
O eso creían todos, ya que Jennifer robaba material docente cuando nadie miraba, (quién sabe si para romper con la monotonía de su vida). Entre otras aficiones, destaca también el reciente descubrimiento de su fanatismo por el sadomasoquismo, que practicaba diariamente con su novio, un punky mayor que ella que iba a pasar a buscarla por la Escuela hacía ya tres cuartos de hora…
*
 Adolfo Ferrán “el machi” se llamaba el novio punky: lucía un enorme tatuaje de un águila de alas abiertas y mirada asesina en la espalda, y conducía un KIA cerato rojo. Nunca volvería a ver a su novia, pues ahora se daba a la fuga, tras atropellar a un chaval en plena calle. Ya había estado en el “trullo”, y no pensaba repetir. En su escapada, sólo paró una vez, para llenar el depósito en una gasolinera de barrio. Alcanzó a leer, no sin cierta indiferencia, el nombre del gasolinero que le atendía, en una placa metálica que llevaba al pecho: “Ramón González”

*
Mientras tanto, en un parque a unos kilómetros de allí, el corazón de una anciana pobre que alimentaba a las palomas se paraba. Pudo ver como varias ambulancias iban calle abajo, y por un momento pensó que venían a atenderla a ella. No hubo suerte. Lucía Bouvier, yacía ahora muerta sobre un  banco, rodeada de palomas. Lo último que vio, fue un balón rodar descontrolado por la acera de enfrente…
*
Balón que pararía Alex Gutiérrez, que con unos amigos, echaba un rondo en una plazoleta, fingiendo su propia alegría. El que ahora controlaba el balón, era Manuel Cernuda, hijo de Zacarías, doctor y jefe de traumatología del Hospital Central de la ciudad.
*
 Después de respirar hondo varias veces, Zacarías Cernuda, hombre serio y respetuoso, marcaba un número de teléfono, esperando tal vez que no le cogieran.
*
Pero en efecto, en la otra esquina de la ciudad y tras un exhaustivo día de trabajo en la gasolinera, Ramón González descolgaba el teléfono de su casa, y recibía la noticia de que había sido atropellado su hijo Ramón, el que iba para futbolista.





Archibald McAllister Jr.

sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Qué hay de nuevo?

          ¡Muy buenas tardes a todos!  Menos a Bear Grylls, a Angela Merkel y a los creadores de Vaca y Pollo. Venga que es broma, hola a todos que sé que no me echábais de menos.

          Precisamente por eso me he decidido a escribir en una fecha tan señalada en el calendario español. Una fecha que hace que la gente en España deje de trabaj…Una fecha que llama la atención de todo el mundo. Ningún ser humano, gafapasta o no, la deja pasar por alto. Las familias y los amigos se reúnen, vísperas llenas de felicidad, día de fiesta, de regalos…  Llega un año más “El Partido del Siglo”. Famoso por ser más comentado fuera que dentro del terreno de juego, como un reality.

Los motivos de los espectadores son diversos:

           Los amantes de la hípica disfrutarán viendo a Sergio Ramos galopar por la banda. Los estudiantes de ingeniería estarán atentos al fenómeno aerodinámico de las orejas de Alves. El Jonah y la Jeni estarán pendientes de si Cristiano lleva los cuellos subidos mientras les quede speed. Los científicos de medio mundo seguirán con atención a Valdés por si dice su primera palabra. Jorge Javier y los machos más machos de Telecinco, aguerridos futboleros, verán el partido por la cantidad de pelotas que habrá sobre el campo y por último Belén Esteban animará al Barça porque es el equipo que va de rayas.

          Lo más divertido de todo es salir a la calle al finalizar el partido y ver a la gente llorando o celebrándolo por todo lo alto, hasta peleándose. Como si creyeran que van a comer gracias a esa victoria, van a salir de la crisis o fueran a cancelar “Acorralados”.

          Otro de los temas de los que quería hablaros es que ya está aquí la Vanidad Navidad, que como ya sabéis, comienza cuando echan “Solo en casa 2” por la tele y termina cuando ponen “Vaya Santa Claus” o “Un papá genial”. Esta época del año está repleta de comidas y cenas familiares sazonadas al punto exacto de hipocresía, donde se dejan los problemas a un lado, apartados bajo el árbol y bien envueltos. Veladas en las que vuelves a descubrir nuevos viejos familiares. “Este es Juan, hijo de tu primo segundo Pedro, nieto de tu tío-bisabuelo Fermín, heredero a la corona de Isildur y futuro rey de Gondor”.

          Uno de los aspectos clave de estas fiestas es el previo ensayo de las caras de: felicidad, alegría y agradecimiento cuando alguien te regala algo que no te gusta. Deberás protegerte del frío, bueno ahora a ti y a tu Blackberry/iPhone claro (cómo no) y tener cuidado con todas esas abuelas y nietos que el Corte Inglés suelta por las principales calles de tu ciudad que junto a la música en las farolas intenta inducirte a que compres indiscriminadamente. O peor, que dones dinero a los más desfavorecidos.

          Finalmente añadir que espero con ansia el discurso de Navidad de Su Majestad el Rey ya que viendo su look últimamente no me extrañaría que lo diera rodeado de la Patrulla-X. Espero que hayáis disfrutado y que estas navidades lo paséis francamente bien, porque la cuesta de enero ya se ve desde aquí y las nubes ocultan la cima. Hasta pronto.

PD: Chupito de Loch por los viejos tiempos, ¡Mil millares de rayos y truenos!

Haddock

viernes, 9 de diciembre de 2011

Con los huevos de corbata - PARTE II

Hace poco que ha pasado,
causó una gran conmoción:
han sido las elecciones
y Mariano las ganó.
(Hay una cosa curiosa,
aunque nadie se acordó,
otro veinte de noviembre
fue cuando Franco murió.)
Yo no sé que viene ahora,
ni mi bola de cristal,
sólo hay una cosa fija:
como todos, mentirá.
Si dice que no hay recortes,
entonces sí los habrá,
si dice que sí los hay
la barba se afeitará.
Esperemos que no diga
“El paro disminuirá”
porque entonces bien jodida
toda la gente estará.
“Se lo tienen merecido”
alguno que otro dirá
“Que no le hubieran votado
sin ni siquiera pensar”
Le contesta otro figura,
que no lo puede evitar:
“Más vale capullo listo
que bueno, mas subnormal”
Y eso que no he comentado
nada de la oposición,
delicado asunto es ese;
resumiré la canción:
Hicieron el gilipollas,
que nadie diga que no,
Rubalcaba ahora recoge
lo que el zapatos sembró.
Circunstancias que ocurrieron
les excusan una parte,
pero ahora se pelean
como perros por la carne.
Así es como están las cosas
mientras ando por mi casa
con un cigarro en la mano
y los huevos de corbata.


Profesor Tornasol

martes, 6 de diciembre de 2011

Soneto en 10 minutos

Empieza a correr el tiempo,
los segundos mueren hacia atrás,
palabras en mi mente ya siento.
Pero una estrofa es poco, necesito más.
Todavía el minutero congelado,
creo que llevo buen parcial,
veinte segundos atorado,
gotea el hielo, se ve el final.
A los pies de este terceto
ya rondo los dos minutos:
palabra saca, pañabra mete.
El segundero me indica, inquieto,
que los minutoshuyen, astutos,
pero ya es tarde, me sobran siete.


Sr. Diate