El paseo bullía de actividad. Una cacofonía de sonidos llegaba hasta nuestros oídos, niños riendo y jugando, gente gritando y los puestos y las tiendas cerrando con un estrepitoso chirrido metálico.
Volví la vista al frente y vi una imagen que sabía se quedaría grabada en mi memoria por siempre.
Una parte de mi corazón me sonreía a mi izquierda. No era una sonrisa traviesa o burlona sino simplemente feliz, pura. A mi derecha dos personas que sabía que nunca me fallarían al igual que yo a ellos se divertían, exprimiendo los últimos minutos de un día que ya caía en brazos de la tibia noche estival.
En aquel momento enterré los pies en la arena, le di un trago generoso a mi cerveza y con una sonrisa dibujada en el rostro me perdí en el horizonte.
El mar se volvía dorado hasta donde nos alcanzaba la vista mientras le aguantaba la mirada al sol, que se despedía de nosotros.
Haddock
Tus descripciones me recuerdan a las de Ruíz Zafón, nítidas... muy nítidas. Me he perdido yo también observando el horizonte mientras leía.
ResponderEliminarSoy la misma persona que te comenta las entradas anteriores, y ni si quiera contestas...
Lo siento por no poder contestar antes, que no podía. Bueno pues decirte que muchas gracias por leerme, simplemente escribo lo que pienso en algunos momentos y si me gusta pues lo subo.
ResponderEliminar¿Tú también escribes en el blog?